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Destino:Jerusalén, el principio de la historia

Jerusalén

Todos los relatos estudiados de memoria, aquellos de conquistas de dioses y batallas dantescas, junto con su cuota de tragedia y redención, no impiden la mirada absorta del forastero. Un pie adentro tras los muros de la Ciudad Vieja de Jerusalén (Al Quds, tal su nombre en árabe) basta para notar que la historia del nacimiento religioso de la humanidad todavía se vislumbra en un presente en el que cristianos, judíos y musulmanes conviven de forma yuxtapuesta en un kilómetro cuadrado.

Es ley: se puede navegar eternamente por cualquiera de los libros sagrados de las tres principales religiones monoteístas, pero sólo en sus orígenes terrícolas se captará su magnitud, y su problemática. A lo largo de cinco milenios, Jerusalén fue erigida, demolida y reconstruida tantas veces como pueblos la conquistaron, y todo lo que está a la vista son las sucesivas capas de victorias y derrotas hasta hoy, cuando se produce una tensa coexistencia. 
Monte de los Olivos

Y su mejor punto de observación es el Monte de los Olivos, desde donde se provee una panorámica inigualable de la ciudad amurallada y el crecimiento inmobiliario de su entorno. A escasos metros del punto alto se despliega un cementerio con decenas de miles de tumbas blancas, algunas de las cuales albergan a personalidades reconocidas por el pueblo judío y la cultura popular, como Oskar Schindler. 

Más abajo, el guía (imposible ordenar la información sin él) apunta con el dedo a lo que fuera el camino que Jesús recorrió durante el Domingo de Ramos y la inmediata Basílica de Getsemaní o de la Agonía, que resguarda la de roca en la que, de acuerdo con los textos, pidió piedad a Dios la noche del arresto previo a su crucifixión. Muy cerca se luce el Monte Zion, aquel que pegado a las murallas fue escenario de la Última Cena y, se cree, conserva los restos del Rey David. Y en el centro, ya dentro de la fortificación, se superponen el Monte del Templo junto a la Explanada de las Mezquitas, la médula del conflicto palestino-israelí.
Puerta de Jaffa-Jerusalén

El camino corto para llegar al corazón de Jerusalén se inicia en la puerta de Jaffa, una enorme entrada de 8 metros de altura también llamada kilómetro cero, desde donde nacen los caminos que conducen a los cuatro barrios de la ciudad (judío, cristiano, musulmán y armenio). Sin referencia alguna será muy factible que cualquiera se sienta desorientado por la infinitud de callejones, arcas, sitios de culto y mercados esparcidos sin orden aparente. Pero lo cierto es que si se consulta un mapa, la ciudadela es más organizada de lo que demuestra su caos superficial.

Cuestión de fe

La Basílica del Santo Sepulcro aparece al final del trayecto de la Vía Dolorosa, abrazado por restoranes de comida típica y souvenirs, pero una vez traspasada la puerta principal, ya no hay lugar para distracciones: lo primero que se luce es la piedra del ungimiento y sobre ella, una docena de feligreses se postran para rezar, llorar y lamentarse. Hasta el escéptico (quien escribe, por ejemplo) sentirá que las rodillas le tiemblan, una pequeña muestra de que tal vez la fe no distingue dogmas ni creencias.
Interior de la Basílica del Santo Sepulcro.

A su derecha, una multitud aguarda su turno para acceder al Santo Sepulcro, y en un primer piso se halla lo más alto del Calvario, es decir, el lugar exacto donde fue crucificado Jesús. Y son los peregrinos y turistas los que siguen alimentado la vista, esta vez, por sus prendas antiguas y caídas en desuso, como mantillas para la cabeza y vestidos discretos.

Ya una vez en el barrio judío, las edificaciones aparentan ser más cuidadas y modernas, y la cotidianidad transcurre en un silencio que va desapareciendo en la medida que el viajero se aproxima al Muro de los Lamentos.

Deseo

Para los turistas, ver cómo miles de hombres ataviados con el típico sombrero ortodoxo o una simple kipá (obligatoria para todos) se balancean constantemente frente a los enormes bloques de piedra es un espectáculo único. Pero para cualquier judío, sea cual sea su procedencia, se trata de su lugar más sagrado del mundo. 

Allí, soldados, ricos, ultrarreligiosos y moderados acuden atraídos por el mismo deseo: la reconstrucción del Segundo Templo, destrozado por los romanos (70 d.C.) luego de ser levantado por el rey Herodes, hijo de Salomón. El primero, que contenía el Arca de la Alianza, había sido devastado antes por los bizantinos.

Y pegado, compartiendo los cimientos, se asoma la Mezquita Al Aqsa y la cúpula del Domo de la Roca, en el podio de los lugares sacros del Islam. De acuerdo con el Corán, fue allí donde el profeta Mahoma ascendió a los cielos para encontrarse con Alá, pero para el judaísmo también reviste importancia, dado que en el Antiguo Testamento se relata que en ese mismo sitio Abraham colocó la piedra fundamental para construir la civilización. El ingreso a esta zona es uno de las más complicados de toda Jerusalén, debido, precisamente, a esa disputa, y de hecho no siempre está habilitado para los viajeros. Por lo general, cuando los ánimos están controlados, el ingreso es reducido a lapsos fuera del horario del rezo, y tras pasar por estrictos controles de seguridad.

A su lado emerge el Barrio Musulmán, mucho más deteriorado que sus compañeros, pero que suma todos los condimentos de Medio Oriente en muy poca distancia. Mujeres tapadas con velos, hombres con bandejas ofreciendo té a los dueños de las tiendas o transeúntes, música a todo volumen en sus callejones, niños pululando y a los gritos, interminables partidas de ajedrez, o el inconfundible aroma al shawarma de cordero.

Por todo este combo, Jerusalén es un destino único para vivir los contrastes religiosos, aun cuando la violencia sectaria secuestra su belleza. El reciente apuñalamiento seguido de la muerte de Reuven Birmajer, hermano del escritor argentino Marcelo Birmajer, por parte de palestinos nada menos que en la propia puerta de Jaffa terminó por minar las expectativas por un renacimiento del sector turístico, ya golpeado desde la última ofensiva en la Franja de Gaza (durante julio y agosto de 2014) y la reciente ola de violencia perpetrada por palestinos extremistas. 

De acuerdo con el Departamento Central de Estadísticas israelí, el turismo en Israel cayó un 4,6% en noviembre respecto del año anterior y un 18,3% sobre 2013. Y pese a todo, como en cualquier ciudad que sufre un conflicto bélico, se impone el síntoma del sobreviviente, aquel que empuja a sus habitantes a no sentirse posible blanco de un futuro atentado, y nadie, a pesar del peligro, muda su rutina. Nadie dejó de usar el tranvía o caminar por los principales bazares. Nadie dejó de pasar por la puerta de Jaffa.

Datos útiles

Cómo llegar

El pasaje aéreo (ida y vuelta) de Buenos Aires a Tel Aviv cuesta alrededor de 22.000 pesos, con tasas e impuestos incluidos. Desde allí y cada media hora, parten hacia Jerusalén colectivos públicos, muy cómodos y con Wi-Fi.

Documentación

Los argentinos no deben tramitar el ingreso previo al viaje si la estadía no supera los tres meses. No obstante, la entrada al país está supeditada a un control de seguridad en cualquiera de los pasos, ya sea terrestres (Jordania) o aéreo, únicamente vía Tel Aviv.

Alojamiento

La oferta es interminable, pero sus costos dependen de la temporada en la que se viaje. El descenso en la afluencia del turismo propició que los precios de los hoteles redujeran las tarifas, y así, una habitación doble en un hotel tres estrellas se puede conseguir desde 300 pesos. Lo mejor, no obstante, es dormir en los hoteles dentro de la ciudadela y a precios muy económicos.





fuente:can

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