El turismo por motivos religiosos resulta ser una actividad fiel a los destinos que poseen algún marcador relacionado con lo religioso (monumentos, santuarios, iglesias, etc.). Entonces se suma al turista tradicional, el "peregrino".
Desde tiempos ancestrales, los desplazamientos por motivos de fervor y devoción religiosa han estado presentes en la humanidad, sin importar sexo, credo o estrato social. Actualmente millones de peregrinos anualmente realizan estos tipos de viajes a diversos y muy variados santuarios, los motivos que encierran son distintos, como pueden ser la ofrenda de un objeto, la petición de un favor o cumplir con una tradición.
En este marco se entiende a la religión como una importante variable para la configuración de la identidad de un pueblo. Así, la promoción de cada uno de los productos turísticos -relacionados con lo religioso- de nuestro país es fundamental para entender las idiosincrasias de las regiones, de las provincias y de los municipios.
El turismo religioso puede representar una oportunidad considerable para el desarrollo de actividades turísticas, ya que el visitante tiende a ir al sitio repetidas veces. Es un tipo de turista que por sus creencias es fiel a su objeto de culto.
Entonces, la religión -como parte de la identidad- y la promoción turística se convierten en un binomio indisoluble al momento de crear valor y significado a los lugares y atractivos.
En Latinoamérica el turismo religioso muchas veces opera sobre el legado hispánico y el sincretismo resultante con los pueblos originarios de América, además de otros credos relevantes como el Judaísmo y la religión Musulmana, entre otras expresiones que suman al acervo cultural de un país.
Formular o reforzar narrativas religiosas a partir de las fiestas populares, apoyaría a alimentar las tradiciones y preservarlas como parte del patrimonio cultural intangible, que suma al valor cultural de la región o destino.
En Argentina el turismo religioso, en especial en Semana Santa, articula elementos turísticos y culturales de forma tal que las personas puedan optar por conocer destinos turísticos consolidados o emergentes, practicar actividades litúrgicas o ambas a la vez. No obstante no existe una relación directa entre la oferta, en este caso turístico-religiosa, y la infraestructura y servicios del destino.
Ello da como resultado un colapso del alojamiento, o los establecimientos gastronómicos, con las consiguientes molestias y confusiones por parte de los turistas, feligreses y residentes.
Es menester del empresariado relacionado con el turismo y a los funcionarios públicos trabajar no solo detrás de las fechas litúrgicas, sin más, sino en un trabajo coordinado de acuerdo con las posibilidades del destino. Y en este punto es de suma importancia la comunicación que se haga del destino o del evento religioso.
Asimismo, desde el punto de vista laboral, es importante considerar la posibilidad de contar con guías especializados para cada tipo de recorridos y que se abra una alternativa de empleo a los jóvenes residentes como guías de turismo religioso, actividad que se pueda alternar con el trabajo que realizan habitualmente. La capacitación del personal debe ser una acción conjunta entre instituciones de turismo, culturales, religiosas y la comunidad local.
En el "Documento de la Santa Sede sobre el Peregrinaje del 2000", se estima que cada año los centros de culto religioso reciben entre unos 220 - 250 millones de personas, de las cuales aproximadamente 150 millones, es decir un 60 - 70 por ciento, son cristianos. Se estima que tan solo en Europa, alrededor de 30 millones de cristianos, sobre todo católicos, dedican sus vacaciones (o una parte de ellas) a realizar una peregrinación.
Por: Lic. Alejandro Lara