Enmarcada por imponentes cerros multicolores, la Quebrada de Humahuaca, ubicada en la provincia de Jujuy, en la región Norte de la Argentina, se extiende miles de metros sobre el nivel del mar, fascinante, encantadora, como queriendo alcanzar el cielo. Un límpido cielo azul celeste bajo el que se levantan antiquísimos pueblos de calles angostas –de tierra rojiza y adoquinadas-: Humahuaca, la tierra heroica de la Independencia; Tilcara, el refugio cultural andino; Purmamarca, un mundo de colores.
Un pasado geológico de 600 millones de años hace de la Quebrada, ese paisaje de infinito colorido, el del Cerro de 7 Colores, el del Paseo de los Colorados, el de la Paleta del Pintor, una auténtica obra de arte. Cerros cual arcoiris de piedras son habitados por altísimos cardones, flores de colores vibrantes, aves de altura, llamas y mulas trashumantes. Hacia el oeste, el horizonte se divisa inmenso, enceguecedor: en el ingreso a la Puna encandilan las Salinas Grandes.
En la Quebrada, los imponentes atractivos naturales se funden con la mística de un pueblo milenario. Antigua tierra de los indios omaguacas, ruta de los Incas, paso obligado de expedicionarios y colonizadores, importante camino comercial en tiempos del Virreinato, en el año 2003 fue declarada Patrimonio Mundial de la Humanidad en la categoría Paisaje Cultural. Por los caminos quebradeños, un patrimonio cultural de 10.000 años invita a celebrar la vida –y la fe- en bulliciosas fiestas populares y en sentidas multitudinarias celebraciones. La Virgen María y la Madre Tierra acompañan por igual las vidas de los quebradeños. A ambas se venera, se pide, se agradece.
No ha de faltar, nunca, la música. Los pueblos de la Quebrada, hacedores de artesanías en cerámica, telar y madera, son tierras de costumbres ancestrales, de antiguas historias, de místicas leyendas; de poetas, de pintores y de cantores.
Al interior de las casas de adobe, cálidas en los inviernos, frescas en los veranos, sencilla y coloridamente decoradas, humean en hornos de barro los sabores regionales: humitas, tamales, locros. Al caer la noche, las mantas de tejidos naturales abrigan el descanso. En la mañana siguiente, cuando el día vuelva a empezar, y el sol a brillar, en el silencio de la Quebrada se escuchará la música de un tiempo milenario.
