En el centro-oeste de la Argentina, dos destinos fantásticamente impactantes: el Parque Provincial Ischigualasto -popularmente conocido como “Valle de la Luna”-, en San Juan, y el Parque Nacional Talampaya, en La Rioja. Prehistóricas y desérticas tierras, Ischigualasto y Talampaya fueron declarados Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en el año 2000 debido a la abundancia de yacimientos paleontológicos y arqueológicos que albergan. Millones de años atrás, aquí caminaron los dinosaurios más antiguos del planeta. Sobre las piedras, grises, violáceas, coloradas, el hombre dejó su testimonio: las antiguas culturas grabaron petroglifos. Hoy, enormes rocas talladas durante siglos por la erosión del agua, el viento y el sol conforman extraños paisajes naturales.
Ischigualasto es uno de los más importantes yacimientos paleontológicos del mundo: resguarda restos de vertebrados de hace 180 millones de años. Aunque lo primero que aquí capta la atención son las rocas de colores, el suelo de aspecto lunar y las enormes barrancas rojas y violetas. Creado en 1971, ocupa unas 62 mil hectáreas entre las que se dibuja un único circuito que se recorre exclusivamente con guías autorizados y en vehículo.
El Talampaya es un impactante desierto rojo por el que antiguamente caminaron los dinosaurios y en el que los hombres dejaron su huella en petroglifos grabados sobre las enormes paredes. Su mayor atractivo radica en los imponentes farallones de roca rojiza y las mil formas fantásticas talladas en ellos por la erosión, entre las que encuentra hogar para su nido la estrella de los cielos cuyanos: el cóndor andino. A pie, en bicicleta y/o en 4x4, la aventura aquí es asombrosa.
La provincia de San Juan, desértica y ventosa, fue, también, cuna de unos de los próceres de la historia argentina: Domingo Faustino Sarmiento. Hoy, además de atractivos naturales y propuestas vinculadas al turismo aventura, a la observación astronómica –en el Parque Nacional El Leoncito- y a la pesca deportiva, la ciudad capital ofrece una amplia oferta social y cultural. A estos atractivos se suman propuestas de enoturismo para recorrer tradicionales viñedos, antiguas y modernas bodegas y degustar vinos exquisitos. Por su parte, La Rioja, una tierra igualmente desierta e inexplorada, resulta un paraíso para los amantes del ecoturismo: ofrece sitios únicos para la contemplación de la naturaleza –la Quebrada de los Cóndores y Laguna Brava-; una ruta rica en historia que atraviesa bellísimos escenarios de altura mientras recorre poblados de raíces valerosas –la Ruta de los Caudillos-; y un circuito pleno de irresistibles sabores: la Ruta del Vino y el Olivo.
