Impactante desde el camino que conduce a ella, Iruya aparece perdida entre las montañas de Salta y casi desconectada del resto del territorio. Una insólita variedad de colores alucina la mirada a lo largo de todo el recorrido de acceso, haciendo de perfecto preludio a esta ciudad enajenante erigida en una especie de espoleo montañoso.
Iruya es un pueblo con más de dos siglos de historia donde la luz eléctrica de red llegara por primera vez en el año 2000, trayendo con ella las útiles heladeras y la fascinante tecnología de los enchufes, para que al poco tiempo Internet mostrara otro mundo a la escuelita local.
Infiltrada la modernidad, no logró romper con la tradición protegida con tanto fervor por los habitantes de la localidad. El poblado conserva sus calles angostas, empinadas y empedradas, con casa de adobes, piedras y paja; y los iruyaños persisten en su simpleza, sus vestimentas y costumbres.
Las condiciones climáticas de la zona la tornan propicia para ser visitada en el período extendido entre junio y octubre.
fuente: at.com